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13 julio, 2010

Adiós.

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Él habla...- espera, o no habla?...- de ilusiones compartidas, de crecer juntos, de conformarse con disfrutar de su compañía el tiempo que ella le regale.

Pero Ariadna sabe que hubo otro tiempo en el que él lo quiso todo de ella.
La otra ella.
La anterior.

Pero de ella no.

Ariadna sabe que ha vuelto a hacerlo mal.
No se ha hecho de rogar, de respetar, de esperar.

Siempre confía en la madurez inexistente de cada nuevo hombre que conoce.

Todos hacen exactamente lo mismo: mentirla.

La evolución es idéntica.
Pasan del todo a la nada. En cuestión de semanas.

Es cuestión de cuestionarse.

El problema, claramente, radica en ella.


Y ellos, inconscientes, irresponsables, no saben lo mucho que perjudican al siguiente.

Qué siguiente?
Qué siguiente?


No quiere regalos.

Quiere amor.

Y nadie quiere dárselo.
Por haberlo pedido.
Anhelado.


Ha vuelto a dar la vuelta al tablero.
Ha permitido que las cobardes damas avancen, disfrazadas de caballo, en un simple juego de alfiles.

No hay reyes para semejante Reina blanca.


Sólo se alegra de que últimamente, no ha hecho el amor a nadie.
Ninguno de los tres últimos peones merecían sus atenciones.

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Pintura: nuestro genial maestro, Lucian Freud.
Autorretrato.
Y tanto.


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