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30 septiembre, 2010

Balance.

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0,08 en la cuenta. Corriente?

Nadie hace huelga. Nadie cree.

Ni yo, que todo se reduzca a ganar para pagar.
Facturas sin más.
O ego.

Quién tiene el verdadero elixir de la eterna juventud?
Ilusión?

Las manos enquilosadas, el espíritu desplomado, la energía, descentrada...

Dos gatos, perdidos.

Familia, disgregada.

Trabajo, caciquista.
Broncas, inauditas.




Qué absurdo, por Dios!
Qué absurdo todo.

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20 septiembre, 2010

Vacío

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El transparente tarro Art decó del azúcar evidencia su transparencia desde hace dos días.

Apenas consigo reunir los céntimos suficientes para comprar un nuevo paquete.

Dos alegrías colman mi día: la oferta que ha reducido su precio en el Lidl y cada vez que abro la despensa.

De repente, tener dos litros de leche juntos me hace sonreír al saber que durante unos días podré desayunar.

Cuanto más debo racionar cada vaso, más compulsiva e inconscientemente tomo más leche, en un intento de sentir que todo va a seguir siendo como siempre; que la miseria en la que estoy inmersa espiritual y emocionalmente, no va a llegar hasta lo material del todo.

No tengo más que 12 euros.
Sólo tengo seguro que el 10 de octubre, cobraré lo trabajado el 1 de septiembre.
Podía/debía/no tenía otra? que arriesgar y arriesgué. Perdí.
ETT: Extremo Timo Temporal(?).

El caso es que siempre salgo adelante.

No me drogo.
No me divierto.
No tengo amigos.
No me compro ropa ni libros ni caprichos.
No tengo TV ni PC.
No tengo la cercanía de familia.
No tengo amigos, ni pareja.


Quizá mi única forma de aún sentirme viva es llegar a límites.
Probarme bajo presión.

O una desconocida autoconfianza me alimenta sin yo saberlo.
Ni nadie.
Por eso desconocida.

El tiempo se me escurre entre quehaceres cotidianos que rayan la obsesión por la armonía escénica/ambiental.

La energía se me agota cada pocas horas.

De repente, la compasión o el cariño, o la lucidez, aflora en dos nuevas conocidas, vecinas somehow.
Ofrecimientos de gran generosidad y mi vergüenza al aceptar media docena de huevos o una barra de pan.
Enfermizo victimismo: realmente tengo comida para días, aunque me falten verduras y frutas, y por ende, vitaminas, teniéndome que ceñir a lo no caduco que compré hace dos meses.
Escribe una primermundista con estudios universitarios, segundo idioma y cierta capacidad intelectual.

No dejo de admitir mi culpa.
Exceso de confianza, antes de que el Tiempo y el dinero se enfrentaran tan cruentamente.
Quería hacer las cosas a mi modo. Sanar primero.
Y la inestabilidad que produce la falta de ingresos, deshace el camino de curación, en parte.

Si uno nace pobre, está rendido al destino.
Los cachorros de una perra no sobrevivieron, asfixiados en su líquido amniótico, por nacer en medio de una familia humana sin dinero.
Me siento tremendamente responsable y culpable.
Hubiesen sobrevivido.

Mis últimos doce euros tendré que destinarlos a transporte, rezando para que me dé justo para encontrar trabajo, o no puedo asistir a entrevistas porque no tengo bonometro ni gasolina.
No necesitaba ni quería ese coche.
Apareció de repente. Pero ésa es otra historia.

Mi sinceridad me abronca, con razón.
Pero aún tengo confianza.

Lo único que me hace llorar es la pérdida.
Mi padre.

Mi gato.
Otros animales que no pude salvar.

Las relaciones familiares que parecen no vayan a mejorar jamás. La terrible desunión. Soledad. Enemigos todos contra todos de quienes más nos aman y amamos.
La ceguera me destruye.

La incertidumbre desestabiliza.
En un mes justo todo se decidirá.

Duras lecciones quiere darme en estos dos años la vida.

Despertarse es una pesadilla en sí.
Una cruel broma sin sentido.
Sin sentido en esta existencia llena de vacío, dolor, preocupación, miseria.

Por todos lados.

Mi vecina de al lado lo tiene todo.
Acorde a lo establecido.

Quizá alguna vez alguien pensó eso de mí.

Yo aún creo que lo volveré a tener.

Y engañada, engañanada, pensaré que por fin cuadrar los horarios de trabajo, gimnasio, lectura, clases de inglés y piano, dando por hecho el tarro lleno de azúcar, me harán nuevamente exitosa.

Y quizá un día, en medio de tanta vorágine, vuelva a mirarme al espejo.
Y ójala no sea demasiado tarde y ya las arrugas y las canas en las que no había reparado, no me sean indiferentes, porque el dolor de la artrosis o peor, ocupen ahora mi alma.

Y ójala, al menos, haya reunido suficiente dinero para que al menos, cuando muera, nadie tenga que pagarlo.
Y ójala aún más, nadie me tenga tanto apego que sufra muchísimo por mi pérdida.
No quiero que los que quiero sufran.

Y me pregunto qué será de mis gatos.
Si podré soportar, o habré aprendido ya a que no me duela verles envejecer.

Y si por fin logro mirar sonriendo todo lo que tengo en lugar de lo que me falta, habré conseguido evolucionar.

Sólo espero que no sea demasiado tarde.
Que la alegría invada mi alma, mi mente, mi cuerpo, de una vez y florezca, forezca, florezca.

Y ninguno de mis seres queridos conozca jamás el vacío.

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