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06 enero, 2011

Creer

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He recibido el mensaje más bonito e ilusionante del mundo.
Mágico día de Reyes.
Ilusión.
Regalo divino.

Día de fé.
Día de Reyes.
Día de Príncipe.

Aún no me creo mi suerte y una emoción deliciosa me recorre.

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Escribo ahora agotada, apenas abriendo los ojos.


Pero sigo sin dar crédito a mi gusto por la tristeza.
De repente, ya lo tengo.
Mi mejor sueño hecho realidad.

Y ha bastado mi cruel inseguridad, para sentirme desmotivada profesionalmente casi por completo.
Una carta de recomendación a una cría de 23, y mi autoestima se ha desmoronado mientras mis celos profesionales lloraban por dentro en silencio.
Pobre jefe al que todos detestan, y sin embargo, a quien deseamos constantemente seducir, complacer, demostrar.

El pánico al verme en el espejo de la ineficacia, la lentitud y la falta de capacidad intelectual, refrendado por una mínima reprimenda el otro día, me ha empequeñecido a límites absurdos.
Como buena cobarde, e inmadura, sólo deseo huír de un medio que ahora, me resulta hostil.
Innecesariamente agresivo, estresante.

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